Restaurante Asador
Molino de Palacios, Avenida de la Constitución 16, 47300 Peñafiel, Valladolid, Castilla y León, España
Un
Molino reformado muy encantador donde comer y beber a su gusto.
Peñafiel
se encuentra entre la capital de su provincia, Valladolid, a 56 Km. al Este, y
a 40km de la ciudad de Aranda del Duero al Oeste. Ambas ciudades son
comunicadas hacia Peñafiel por la nacional N122, que si venimos de Burgos o
Madrid desde la autovía A1 será accesible a altura de Aranda de Duero. Segovia se encuentra
al sur de Peñafiel y a menos de 90 Km. tomando la autovía A-601 y después la
carretera provincial VA-223. Peñafiel se encuentra en la ribera occidental y en
un entorno donde se ubican muchas bodegas famosas, y si tomamos pequeñas
carreteras hacia Roa por ejemplo veremos campos de uvas interminables.
Peñafiel se encuentra entre el cruce de dos ríos, el Duero de oriente a
poniente y el Duratón de Sur a Norte, lo que facilitó que se llenara de puentes
y molinos. Este Molino medieval pasó a manos privadas en el siglo XIX y fue
reconstruido en parte después de un incendio por su propietario. A finales del
siglo XX se restaura el Molino siguiendo la configuración original y mantener
así su belleza, y se acomodó para transformar en un bello restaurante. Este
restaurante se encuentra en el propio río, apartado de la cuidad por la muralla
bordeando la carretera, y con un acceso externo que nos hará tomar un pasadizo en
la calle opuesta, pasando bajo un túnel para alcanzar la casa. El restaurante tiene
dos plantas y una parte del río pasa por debajo de ella, y solo oiremos el agradable
ruido del agua y los cubiertos de los platos, olvidándonos de los coches.
El restaurante tiene dos comedores repartidos en cada planta. Al
entrar tenemos el primer comedor a la derecha, y la cocina se encuentra en
frente de nosotros escondida. A la derecha empieza un pasillo con 4 mesas para
parejas a la izquierda del pasillo, y a la derecha un horno de leña tradicional
y multitudes de decorativos usados como pinturas, objetos tradicionales del
campo, botellas de vino y productos comestibles que le dan un aspecto
auténtico. En la planta baja, donde está la mayoría de la decoración rústica,
podemos ver como el agua pasa bajo nuestros pies gracias a cristaleras que nos
permiten ver el paso original del agua en el molino. Al final subiremos unas
escaleras que nos llevaran a los servicios y al segundo comedor. Los comedores
son preciosos con muros de piedra y vigas de madera en los techos de gran
altura, así como ventanas que nos permiten ver el entorno ideal. Quizá los
baños no estén al mismo nivel que el Molino, aunque no son horribles y el de las
mujeres supera el de los chicos.
Un consejo: si va en fechas
señaladas es mejor reservar y pedir por encargo el lechazo, aunque lo suelen tener
cuando esperan muchas visitas.
La cocina ofrecida es la tradicional castellana. Cuando fuimos
aprovechamos que tenían lechazo ese día sin necesidad de encargar para tomarlo.
El lechazo estaba bueno aún para un exigente como yo, y lo acompañamos con una
ensalada mixta muy fresca y rica. Las raciones no eran muy extensas pero no nos
quedamos con hambre, y disfrutamos del pan que era muy rico. Todo acompañado
por una botella crianza de medio litro de vino. El lechazo se enfrió rápido,
pero lo comimos en muy poco tiempo. También tienen productos de la caza y setas
en temporada, así como escabechados de pavo y perdiz, pollo de corral y arroz
con conejo o liebre. También podemos tomar los postres caseros de la casa,
aunque echaremos de menos licores para tomar con los cafés.
La carta de vino, como no, está a la altura de lo esperado por un
visitante que aprecia el vino. Los vinos de Ribera son mayoritarios en la carta
por supuesto, pero no son los únicos. Y podremos obtener vinos de la zona como
Comenge, PradoRey, Protos y muchos más. Lo que más me gustó es que tienen
muchas botellas de 3/8 o ½ litro, algo ideal si conducimos y no somos de beber
mucho. O simplemente tenemos miedo de los controles y no queremos arriesgar. El
servicio del personal es muy educado y excelente, y se adecuada a la perfección
a este sitio además de ser rápido. Me aconsejaron un comenge como botella de
medio litro y debo reconocer que me encantó el vino, así como el trato del
personal muy atento a si nos gustaba en todo momento la comida. Otro detallito
positivo es la tarjeta del restaurante, que lleva detrás una tabla de la
calidad de los vinos por año y denominación, muy útil.
Sobre la relación calidad-precio, destacar que la calidad es buena pero
los precios algo altos para las cantidades normalitas. Es cierto que los vinos
son buenos y los ingredientes, pero las cantidades son justas. La comida sale
entre 30 y 40 euros de media, pero si nos dejamos llevar asciende a 50 euros
fácilmente. Reconocer que la zona de Valladolid es más cara que la zona de
Burgos en general, y el precio del Lechazo en la media de lo practicado (39,5
euros para dos). Los
postres superan todos los 4,5 euros. Con una ensalada mixta (8,5), una lechazo
(39,5), dos cafés y media botella de crianza Comenge (14) nos salió a 67,50
euros.
Además
de un lindo recuerdo, disfrutamos de una buena comida típica castellana
acompañada de un buen vino de la Ribera.
Pros: un entorno excelente y comedores muy
atractivos.
Contras: los precios practicados son algo altos.
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